martes, junio 09, 2009

Barrilete

Una tarde no muy diferente a otras decidió largarse del rancho, como tantas veces planeo, pero esta vez si había encontrado el coraje para hacerlo. Llevaba las ilusiones en el bolsillo derecho y las pastillas en el izquierdo, un par de voces en su cabeza y el brillo de las estrellas en sus ojos.

Una y mil veces había intentado lo mismo, sacarse del nudo de la corbata el agobio del trabajo y el tedio de la vida, pero nunca lo conseguía. Parecía que su destino estaba ligado a los nudos y a las sogas. “Tirenme una soga –se decía–, que si no sirve para sacarme del pozo al menos sirva para ahorcarme.”

Lo bueno de lanzarse al vacío es que nunca se sabe cuando se va a tocar fondo. Tantos años corriendo sin parar para no llegar a ningún lado. Y esta vez la maratón tenía un sentido, era el carretear de un avión por la pista, el despegue tan ansiado.

Ya no importaba saber si iba a llegar o no a su destino. Ni siquiera era importante saber si iba a despegar o iba a estrellarse antes de remontar vuelo. Lo único que bastaba era saber que se había transformado en el barrilete de su propia identidad y no en una cometa del destino.

Y el hilo del barrilete sirvió como excusa y lo llevo a volar mas allá, donde la gente no alcanza ni siquiera con los ojos. Se había liberado por fin de su encierro de sogas y voces, de tedio y trabajo, de vida y destino.

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