martes, diciembre 18, 2007

Encierro

Este es un texto que escribi hace unos cinco años ya. No volvi a leerlo antes de postearlo, por lo que seguro esta lleno de imperfecciones, pero es un momento de mi vida plasmado en texto.



Es muy difícil mirar al infinito a través de esos barrotes cuando estoy tirado en mi cama. Es muy difícil tratar de evadir la realidad que me imponen dentro de estas cuatro paredes. Y todo por ser declarado culpable de un crimen que nunca cometí.
Ya hace más de un año que estoy aquí. O quizás dos o tres. Es que la sensación del tiempo es lo primero que se pierde. Ya ni siquiera puedo ver la luz del sol o el brillo de la luna, me lo tienen prohibido. ¿Cómo puede una persona ser capaz de distinguir el paso de los días, el paso de la vida, si lo único que puede hacer es estar en su cama? Si tan sólo la comida marcara la diferencia... Pero no, la cena, el almuerzo, quizás el desayuno y la merienda son siempre la misma comida, siempre la misma mísera ración de alimento que puedo considerarme afortunado si puedo probarla, a veces muy seguido, a veces con tiempos que parecen estirarse hasta el infinito. El infinito, esa insondable región que me gustaría habitar, alejado de este encierro, libre al fin. Pero no. Tan sólo un evento rompe la monotonía, el letargo en que me sumerjo, y quisiera que no ocurriese nunca...
La realidad, seguramente tu realidad, la realidad en que vive la mayoría de la sociedad. Esa realidad de hombres de saco y corbata, bigotes y barbas, que corren apurados a ningún lado, que se desesperan por demostrar su hombría entre cientos de billetes y reuniones de directorio, que se suben a sus autos convertibles de último modelo para impresionar a las mujeres que los miran. La realidad de las mujeres. Esa realidad de especímenes femeninos que viven en un mundo frívolo y sin sentido, que pelean por quien tiene el mejor cuerpo, el mejor vestido, el mejor hombre de saco y corbata con el mejor auto a su lado, a quienes tratan de conquistar con su coqueteo burdo y frío. La realidad, que no es mi realidad, y por eso es que estoy acá.
¿Por qué será que no me dejan vivir mi realidad? ¿Quiénes son ellos para tenerme encerrado en este cuarto, sólo por buscar una realidad distinta? Ellos, que viven amargados, que tienen pena en su alma, ellos y ellas que se creen jueces absolutos, que se creen libres en su propio encierro. Ellos, los mismos que me atan todos los días a mi cama, que me prohiben ver la luz del sol o el brillo de la luna, los mismos que me llenan de cables y agujas, que exponen mi cuerpo a los más crueles sufrimientos, a las más terribles torturas en pos de, lo que tienen el descaro de llamar, “mi bien”.
¿Qué saben ellos de mi bien? ¿Qué pueden saber ellos si nunca pudieron ser más felices que lo que su mediocridad les haya permitido, si nunca han estado donde yo he estado? El infinito, la libertad, el sol, la luna. Qué feliz era yo cuando paseaba entre los árboles de alguna plaza (casi siempre la misma, la única) entre pequeñas aves que cantaban su amor al mundo, pensando que el mundo era distinto, que no era eso y nada más. Cómo me gustaba mirar al infinito, qué fácil me resultaba en aquella época hacerlo. Pero ya no.
Ahora vienen ellos, con sus soluciones baratas, con sus complicados métodos para devolver a la gente a la “realidad”, a su realidad. Pero no van a lograrlo, porque aunque mi cuerpo esté atado a una cama, aunque mi piel esté quemada por la electricidad, aunque mi sangre esté inundada de esa inmundicia que llaman medicina, mientras mi cerebro siga funcionando yo seré la misma persona mirando al infinito, con los mismos pensamientos, que a diferencia de los de ellos me hacen libre...

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