sábado, febrero 11, 2012

Me siento absorto, vacío, indefenso, marchito. Camino por senderos de traición violáceos y enfrento al Diablo en cada esquina. No es fácil alejar los demonios de mi mente. Arrastro los pies entre el fango y la soledad, expulsado del paraíso terrenal.
El vacío interior sólo se llena con angustia, ansiedad, miedo, incertidumbre. Tiemblo a cada paso como un niño perdido en una playa con arenas de azufre. Llamo, grito, gimo, lloro. Todo es en vano. Sólo el eco de mis penas sale a recibirme, como fantasmas que me envuelven en una bruma de cal.
Me retuerzo entre hilos de baba y extirpo partes de mi en forma de gelatina. Son tiempos pasados, recuerdos hechos carne. La sal que ocultan tus pupilas brilla como el cristal de un templo indio. El granito de mi frente arde como el fuego de las estrellas de una noche de verano.
El ave y el cascarón, Abraxas y el Mundo, yo y.... por qué Tu Mundo? Por qué Nuestro Mundo? Si la desdicha del nacimiento es aún peor que la misma muerte, cuánto cuesta reinventarse? El Fénix no arde porque sí. Es lo que cuesta acabar con uno mismo para renacer. De la sal al fuego a la sangre al mar al cielo a la carne al infinito...
Renacer o perecer. El incendio ya está en marcha...

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